Informe: Maridos famosos más "señoras" que sus mujeres

Al conocer algunos motivos que derivaron en la separación de Tom Cruise, pensamos en galanes argentinos y sus obsesiones por la estética. Pasen y vean este catálogo de auténticas mariconadas.

La mujer de Tom Cruise le pidió el divorcio y la noticia rueda por el mundo. Cansada de sus excentricidades, la bella Katie Holmes dijo basta y pelea la tenencia de la hija de ambos. Algunos secretos de alcoba del matrimonio develaron los raros gustos del bueno de Tom -como proteger su cara con una máscara facial a base de caca de ruiseñor de uso diario- e hicieron que la tipa se hinche del todo y lo mande a freír churros.

Ese caso nos llevó a pensar y repensar casos de esposos famosos argentinos demasiado preocupados por la coquetería. Muy lejos de cuestionar ni dudar de su elección sexual, lo analizamos desde el punto de vista de ser "más mujeres que sus mujeres" en eso de estar taan pendientes de la facha, la piel, el físico, la cara y la imagen, que -la verdad, señores- es cosa de minas.

El caso argentino paradigmático es el del actor Mike Amigorena, tipo raro si los hay, a quien ya se le daba por usar polleras en los recitales de su banda. Pero menos sabida es la leyenda que cuenta que la actriz Carla Peterson -su ex- un buen día se hartó de que Mike le use los ruleros para mantener su ondulada pelicha al viento de rulos tan armados y perfectos. La bonita Carla se levantaba antes de irse a grabar, se los quería poner y resulta que Miguelito andaba como Doña Florinda por toda la casa. Imperdonable.

Muy coqueto, el economista Martín Redrado, asesorado por su novia -obsesiva de la estética y los toques más retoques, cirujías, dientes lagos y lo que venga- Luciana Salazar, se aplicó botox y colágeno, mientras pide a los productores de los programas políticos a los que va, que por favor no lo tomen de perfil; que lo hagan solo de frente, porque el perfil no lo favorece.

Galanes de televisión mucho más condicionados por la imagen y su estampa en las novelas, Mariano Martínez, Juan Darthés, Sebastián Estevanez y muchos otros viven laburando su cuerpo, matándose en el gimnasio, depilándose el pecho, poniéndose cremas, cuidándose con las comidas y un sinfín de sufrimientos muy femeninos pero necesarios para no descuidar su tan mentada fama. 

Sus esposas fieles se encuentran al irse a dormir con sus caras untadas en barros, con pepinos en los ojos, haciendo flexiones y sacándose pelos con la pinza en horarios estrambóticos, en plena madrugada insomnes y obsesionados con su estética.

Ahora les dicen metrosexuales. En el barrio hay otros sinónimos pero sabemos que solo es una cuestión de imagen. No pasa nada.
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